jueves, 4 de septiembre de 2014

El Maratón: la hora cero

La oscuridad contrasta con la luz que emana cada corredor, la lluvia incesante, se deja caer, los tenis se alistan a acompañar el corazón, la salida deja fluir, cual olas del mar se desborda.

Ha salido el contingente, buscando las calles, pisando fuerte, llenándose de agua el cuerpo y todo aquello que lo cubre. Kilómetro a kilómetro, sumando, quizá lento, quizá rápido, mientras el suelo lleno de agua ve reflejar en cada paso, en cada zancada, las siluetas mojadas.

Y así estoy, en medio de todos ellos, escapando hacia la meta, aún lejana, pero acercándola a mi. Edificios durmientes y delante de ellos, entre sus aceras, la gente, ya despierto, ya cubierto, un paraguas, una capucha y la lluvia incesante. Un aliento, un grito, aún solitario, aún distante y seguimos.

Los charcos de agua cubren algunos huecos en sus pistas, nos abrimos a los lados y seguimos. Empapado mi playera y adherido al cuerpo como fuerte estampa, mis lentes empañados no me dejan ver más allá y me aíslo en mi soledad, acompañado.

La luz del día se va asomando tímidamente, puedo ver ya algo, mis pasos se agilizan, ya hay más aliento, más cuerpos en las calles, mientras a mi húmeda figura el agua lo ha invadido. Mis pies navegando en los tenis no se desalientan.


Se acerca la mitad de la carrera, voy fuerte, sin embargo, algo me indica que mi cuerpo ha sentido el desgaste por las condiciones inesperadas. Voy sintiéndome incomodo, dejé atrás el bosque de Chapúltepec, inundado en su trayecto y duro, golpeándome tantas veces. Instante para  hidratarme pero lo que tomo no es lo que esperaba, "es agua de lluvia", escucho.

A la altura del Km 29, el cuerpo se me desorienta, no se lo que tengo, un agotamiento pronto e inesperado, parece acechar. Pan integral con Nutella me ofrecen, un tanto tembloroso me hago de uno y me lo llevo a la boca, mientras mi cuerpo y mis pasos casi se van deteniendo.


Busco beber isotónico, esta vez se ve bueno, tiene color, no está pálido como yo creo tener el rostro. Sólo que se ven inexistentes en el fondo del vaso, se acentúa la sed. Entro al sanitario, al salir siento que algo se me mueve a mi alrededor, decido caminar, descansar un poco para recuperar algo de mi, me olvido de mi tiempo que hasta la mitad había sido mi objetivo.


Vuelvo al recorrido, de pronto veo a una persona con bolsas de refresco de cola, me la ofrece, lo anhelaba, me detengo nuevamente, sólo para absorberla y sentir como mi cuerpo, como una máquina, se va llenando del combustible que necesita.

Y así, continúo, ya mucho mejor, pero ya en ese momento me olvidé de mi marca a realizar, buscando recuperar la fortaleza, sabía que la encontraría. Después me alcanzaría Vic (amigo forero), "échale Manolo", me dice, ya algo recuperado pero aún condicionado por el desgaste de las condiciones de la carrera. Se aleja de a poco.

Km 35, "profe", me despierta el aliento de Dalia, a quién conozco desde las aulas, hace varios años, levanto la mano,  deja salir una toma, la foto del recuerdo, llevo los brazos como queriendo volar y es lo que retrata.

Se acercan los momentos finales, la gente te alienta, los niños alcanzan dulces, no falta la fruta, el refresco pero sobre todo es que están contigo incondicionalmente, "vamos Juan" (lo traía escrito en el número), "arriba Perú" (por mi playera). Una espectadora se me acerca, me va alentando, me da sus fuerzas mientras me acompaña corriendo por varios metros, hay tantos que te apoyan y no los conoces. Gente que no te deja caer, que te ofrece sus manos para levantarte.

Por momentos se hacia difícil transitar con libertad, viendo a otras personas a quienes rebasaba y los observaba muy frescos mientras alguno de nosotros nos veíamos como sombras opacas a su lado. Gente que sólo cubrió un pequeño trayecto pero que dificultaba los espacios.

Se acerca el final, ahora hay una pendiente antes de aproximarnos al estadio olímpico 68, ya tenía buen trayecto que no me detenía y ahí lo tuve que hacer mientras un espectador me arenga a que continúe en la brega, "es lo último", "ya llegaste", "sólo un kilómetro más", vuelvo a apurar los pasos, casi de inmediato, sigo.

Todavía vienen varias vueltas, voy más rápido ahora, el túnel de acceso al estadio, una pequeña pendiente antes de entrar al campo, el cuerpo me responde. Ya estoy en la pista, veo la meta a menos de 200 mts., acelero y logro llegar con fuerza. Mi tiempo fue de 3:37:03. 

Maratón de La Ciudad de México. La preparación

¿Por qué correr?